domingo, 29 de noviembre de 2015

LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA

LA  INMACULADA  CONCEPCIÓN  DE  MARÍA

     La Inmaculada Concepción de María es el dogma de fe que declara que por una gracia singular de Dios, María fue preservada de todo pecado, desde su concepción. María no tuvo el pecado original desde que fue concebida en el vientre de su madre Santa Ana.
   La Concepción: Es el momento en el cual Dios crea el alma y la infunde en la materia orgánica procedente de los padres. La concepción es el momento en que comienza la vida humana, cuando la madre queda embarazada.
     ¿Cómo es esto posible?
     María por ser madre de Jesús de Nazaret Dios preservó a María libre de todo pecado y, aún más, libre de toda mancha o efecto del pecado original, que había de transmitirse a todos los hombres por ser descendientes de Adán y Eva, en atención a que iba a ser la madre de Jesús, que es también Dios.
     Dios, se hace presente a los hombres a través de otros hombres, pero éstos le terminan desobedeciendo y olvidando, así que, decide hacerse hombre, uno de tantos, para vivir entre ellos.
     Y elige a María para que lo sea, aún antes de que María haya nacido. Para ello, lo primero que hace es elegir a los padres de María: San Joaquín y Santa Ana.

     La santidad de Santa Ana es tan grande por las muchas gracias que Dios le concedió. Su nombre significa "gracia". Dios la preparó con magníficos dones y gracias. Como las obras de Dios son perfectas, era lógico que Él la hiciese madre digna de la criatura más pura, superior en santidad a toda criatura e inferior solo a Dios.
     Santa Ana tenía celo por hacer obras buenas y esforzarse en la virtud. Amaba a Dios sinceramente y se sometió a su santa voluntad en todos los sufrimientos, como fue su esterilidad por veinte años, según cuenta la tradición. Esposa y madre fue fiel cumplidora de sus deberes para con el esposo y su hija María.

     Joaquín significa “el hombre a quien Yahvé levanta” o “Yahvé prepara”.
     Dicen que fue Nazaret su ciudad natal. Se casó con Santa Ana a la edad de veinte años. Pronto se trasladaron a Jerusalén, viviendo, al parecer, en una casa situada cerca de la famosa piscina Probática, cerca del Templo. Eran felices y generosos con Dios y con los necesitados. Sólo una sombra eclipsaba su felicidad: no tenían hijos.

     Esta pena subió de punto al verse Joaquín humillado públicamente una vez por un judío llamado Rubén al ir a ofrecer sus dones al Templo. El motivo de tal burla fue la nota de esterilidad, que todos por entonces consideraban como señal de un castigo de Dios. Tal impacto causó este incidente en el alma de San Joaquín, que inmediatamente se retiró de su casa y se fue al desierto, para ayunar y rogar a Dios que le concediera un vástago en su familia. Mientras tanto Ana, su mujer, había quedado en casa, toda desconsolada y llorosa porque a su condición de estéril se había añadido la desgracia de quedar viuda por la súbita desaparición de su marido. Después de cuarenta días de ayuno Joaquín recibió una visita de un ángel del Señor, trayéndole la buena nueva de que su oración había sido oída y de que su mujer había concebido ya una niña, cuya dignidad con el tiempo sobrepujaría a la de todas las mujeres y quien ya desde pequeñita habría de vivir en el templo del Señor. 

     Llegó el fausto acontecimiento de la natividad de María, y Joaquín, para festejarlo, dio un banquete a todos los principales de la ciudad. Durante él presentó su hija a los sacerdotes, quienes la colmaron de bendiciones y de felices augurios. Joaquín no echó en olvido las palabras del ángel relativas a la permanencia de María en el Templo desde su más tierna edad, e hizo que, al llegar ésta a los tres años, fuera presentada solemnemente en la casa de Dios.
     En el Templo, el sacerdote la recibió con estas palabras: "El Señor ha engrandecido tu nombre por todas las generaciones, pues al fin de los tiempos manifestará en ti su redención a los hijos de Israel".Y la hizo sentar sobre la tercera grada del altar.

La costumbre era que, los primogénitos, varones y hembras, pertenecían a Dios y debían ser educados en el Templo hasta su pubertad. Eran, en efecto, consagrados al Señor, pero rescatados en el acto mediante una ofrenda. Los padres los tomaban de nuevo consigo y eran educados en el seno del hogar. 
 
     Así, pues, Dios no pidió este sacrificio a la bendita madre de la Virgen María. Pudo Ana guardar a su hija junto a sí, verla crecer sobre sus rodillas, tener el gozo de educarla, disfrutar de su presencia hasta su muerte. Breve sería, sin embargo, su felicidad: de los Evangelios se desprende que María era ya huérfana en el momento de sus esponsales con José, hacia sus quince años.
Dios no pidió a Ana el sacrificio de la separación. Pero le impuso otro sin duda mayor: la dejó en una total ignorancia de su misión. No bajó un ángel para revelarle el prodigio que se había realizado en su seno: la concepción sin mancha del único ser humano exento del pecado de Adán (aparte Jesucristo, Hijo de Dios).

     "...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles..." (Bula Ineffabilis Deus, el Papa Pío IX ).
     La Virgen viste túnica blanca, símbolo de pureza y manto azul, símbolo de eternidad. Los ojos de María dirigen su mirada hacia arriba. La figura muestra una línea ondulante, que se remarca con las manos juntas, a la altura del pecho, pero desplazadas hacia su izquierda.
     Los querubines que forman la base portan los atributos marianos: las azucenas como símbolo de pureza, las rosas de amor y la rama de olivo como símbolo de paz y la palma representando el martirio.
     La Virgen pisa sobre la media Luna, que es el símbolo de la religión musulmana, y representa la victoria sobre el islam (los musulmanes).
     Aparecen en esta escena toda una serie de símbolos relacionados tradicionalmente con la Virgen: en primer lugar, la corona de doce estrellas y sobre ella, una paloma que representa el Espíritu Santo. Se alza, envuelto en el típico manto azul celeste, porque María es la Reina del cielo; sobre la esfera terrestre y una media Luna, que es el símbolo de la religión musulmana, y representa la victoria sobre el islam (los musulmanes); pisando a la serpiente o dragón que es el Diablo que lleva en la boca la manzana que hizo caer en la tentación a Adán y Eva, de manera que la Virgen aparece como redentora del Pecado Original. Uno de los ángeles porta la vara de azucenas, y el vestido blanco de María son símbolos de la pureza de la virginidad ,  sobre el suelo se ve una palmera, una rosa y, entre las nubes, un espejo.

De esta manera se representaba el dogma de la Inmaculada Concepción de María para la Iglesia Católica, como el único ser humano concebido sin pecado original. Tiépolo usa colores claros, iluminando la escena con una intensa luz dorada.



Pero la Inmaculada Concepción de María también se refiere al hecho de concebir a Jesús, el hijo de Dios, siendo inmaculada  antes, durante y después del parto. Por eso la llamamos Inmaculada Virgen María. ¿Cómo puede ser esto posible? Eso sólo Dios lo puede responder, pero, es cuestión de lógica, porque María es la Madre de Jesús, el Hijo de Dios, así se lo anunció el ángel Gabriel.























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