martes, 26 de abril de 2016

JESÚS MURIÓ POR TODOS (C.B.)

JESÚS  MURIÓ  POR  TODOS  (C.B.)
     Jesús entró en Jerusalén el Domingo de Ramos montado en un borriquillo, la gente salía a las calles por donde pasaba saludándole con ramos de olivos y ramas de palmeras con gritos y cantos de alegría. Esto molestó mucho a los Sumos Sacerdotes del Templo, que veían en Jesús una seria amenaza para su poder sobre el pueblo, que prefería escuchar las enseñanzas de Jesús de Nazaret, al que ellos consideraban “el hijo de José el carpintero”, que las suyas.


     El lunes Santo, Jesús, va con sus discípulos a rezar al templo y se enfada al descubrir que la entrada al Templo es un auténtico mercado: vendedores de animales para los sacrificios, cambistas de monedas… Destroza los puestos, libera a los animales, esparce las monedas, echa a latigazos a los mercaderes… Enfada tanto a los Sumos Sacerdotes que éstos deciden que Jesús debe morir y empiezan a tramar un plan para poder detenerlo, pero estando a solas, para que la gente no pudiera ayudarle.

     Judas Iscariote creía que Jesús era el Mesías enviado por Dios, pero creía que iba a organizar un ejército y una revuelta contra los romanos para expulsarlos de Israel. Cuando se dio cuenta de que Jesús no iba a hacerlo, pensó que él debía provocarlo: le denunciaría y cuando le detuvieran, la gente que le seguía, le quería y creía en Él, se levantaría contra los romanos y les expulsarían de Israel. Y eso es lo que hizo. Fue a hablar con los Sumos Sacerdotes para decirles dónde y cuándo podrían detener a Jesús.


LA  PASIÓN  Y  MUERTE  DE  JESÚS

     El Jueves Santo, Jesús, recibió a sus discípulos lavándoles los pies, tarea que era de sirvientes y esclavos, para enseñarles que el que quiera ser el primero, deberá ser el sirviente de los hermanos.


    Después celebró la Última Cena,  en la que les dio el pan, convertido en su Cuerpo, y el vino, convertido en su sangre. 

     Y les dejó el Mandamiento del Amor: Amaos unos a otros como yo os he amado.
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    Tras la cena, Jesús y sus discípulos, fueron a rezar al huerto de los Olivos. Y hasta allí llevó Judas a los soldados del Templo para que arrestaran a Jesús y lo llevaran ante las autoridades.


     Primero le juzgó el Sanedrín, el tribunal judío formado por los sacerdotes del Templo y los ancianos, que le condenaron a muerte. Pero como quien únicamente podía condenar a muerte eran las autoridades romanas, le llevaron ante el gobernador romano Poncio Pilato. 


     Pilato no le encontró culpable y le mandó al palacio de Herodes para que le juzgara, pero Herodes no quiso saber nada y se lo devolvió a Pilato que, presionado y amenazado por los Sumos Sacerdotes, ordenó que le azotasen y cargara con la cruz hasta el monte Gólgota o de la Calavera, donde sería crucificado hasta morir.


    Jesús murió en sólo tres horas, perdonando a los que le estaban matando, dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Dando un fuerte grito dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” y murió.


     Al morir se produjo un terremoto y el velo del Templo se partió de parte a parte. Dios no quería estar encerrado en la parte más sagrada del Templo, quería vivir en medio de su pueblo.



     Al tercer día de morir, Dios resucitó a Jesús. Las mujeres se acercaron el domingo de madrugada hasta el sepulcro para embalsamar el cuerpo de Jesús, pero se encontraron el sepulcro abierto y vacío.


     Jesús había vencido a la muerte.


     Las mujeres corrieron a decírselo a los apóstoles, pero éstos, no las creyeron. Pedro y Juan corrieron hasta el sepulcro y lo encontraron como las mujeres se lo habían dicho.





LUGARES  DE  LA  PASIÓN



CUARESMA

     Para prepararnos para celebrar la pasión, muerte y resurrección de Jesús, los cristianos vivimos un tiempo litúrgico llamado Cuaresma. Dura los 40 días anteriores a la Semana Santa. Comienza el miércoles de Ceniza y termina con la celebración del Jueves Santo. Es un tiempo de penitencia y su color es el morado.






LA  SEMANA  SANTA  EN  LA  POESÍA
     En Semana Santa, sobre todo en el recorrido de las procesiones, se cantan unas canciones hechas sólo para este tiempo y para cantárselas a las imágenes que salen en ellas al Cristo y a la Virgen.
     Estas canciones se llaman saetas, que son oraciones en forma de cante flamenco.

     Un gran poeta español, llamado Antonio Machado, escribió una llamada, precisamente, “La Saeta” y otro gran cantante, llamado Joan Manuel Serrat, la puso música y la convirtió en canción:


LAS  PROCESIONES
     En la mayoría de los pueblos y ciudades de España, durante Semana Santa, hermandades, cofradías y parroquias, sacan a las calles imágenes de Jesús y de la Virgen, con diferentes escenas que ocurrieron en Jerusalén: El lavatorio de los pies, la Última Cena, la Oración en el Huerto, el Prendimiento, el Juicio, Jesús cargando con la cruz, crucificado, la Virgen Dolorosa… Van acompañadas de penitentes con cirios, bandas de música…
     Tienen un origen muy antiguo y en ellas participan miles de personas para recordar y revivir las últimas horas de vida de Jesús.
     Estas procesiones también se celebran en muchos pueblos y ciudades de Hispanoamérica y en Filipinas.







ENTRADA TRIUNFAL DE JESÚS EN JERUSALÉN:



EL  SACRIFICIO  DE  LA  NUEVA  ALIANZA:



EL  PROCESO  CONTRA  JESÚS:


LA  CRUCIFIXIÓN  DE  JESÚS:







HA  RESUCITADO:

MARANATHA: JESÚS  SE  APARECE  A  LOS  APÓSTOLES



SAN  DAMIÁN  DE  MOLOKAI
     Se llamaba José de Veuster, pero todos le conocemos como el Padre Damián de Molokai. Nació el 3 de enero de 1840, en Tremeloo, Bélgica. Lo han llamado "el leproso voluntario", porque con tal de poder atender a los leprosos que estaban en total abandono, aceptó volverse leproso como ellos.
     El 2 de febrero de 1859 viste el hábito con el nombre de Damián. A todos admira su actividad: tan pronto arregla un tejado como cura la vaca del vecino, como... ¡estudia latín! 
     Se dio cuenta de que su misión era ser misionero y ayudar a los más necesitados. Escuchó hablar de Molokai “la isla maldita”, a donde llevaban a los enfermos de lepra y pidió ir allí para cuidarles y atenderles.
     El día 19 de marzo de 1865, pisaban tierra de Hawai. Dos meses después, José Damián era ordenado sacerdote y cantaba su primera Misa en la catedral de Honolulu. A continuación, enviado a una pequeña isla de Hawai. Las Primeras noches las pasó debajo de una palmera, porque no tenía casa para vivir. Casi todos los habitantes de la isla eran protestantes. Con la ayuda de unos pocos campesinos católicos construyó una capilla con techo de paja; y allí empezó a celebrar y a catequizar. Luego se dedicó con tanto cariño a todas las gentes, que los protestantes se fueron pasando casi todos al catolicismo.
     Cuidaba a los enfermos, hizo iglesias, escuelas, casas, les ayudaba en la hora de la muerte, hacía los ataúdes, abría las fosas, les enterraba y rezaba por ellos.
     En el capítulo de las diversiones: carreras de caballos, en las que participaba, un orfeón de primera que cantaba en la iglesia, una banda de música, una especie de rondalla que hacía el pasacalle los domingos y enganchaba bulliciosamente a todos los leprosos...
    Médico, constructor, carpintero, herrero, agricultor, jardinero, músico.... pero siempre y sobre todo sacerdote de Cristo.
     Sucedió lo que era de esperar: Una tarde, de vuelta de una larga correría apostólica por mar y montaña, se siente extenuado. Pide ayuda: un baño caliente para sus pies. Cuidado, que el agua está muy caliente, le advierte la leprosa que se la proporciona. Él, con precaución, toca el agua con la punta del pie y la encuentra normal. Sumerge los pies y no nota nada, pero al punto se le llenan de ampollas, completamente escaldados. La insensibilidad es un indicio claro de lepra. 
     Y en medio de su gente continuará trabajando hasta que le quede un hilo de energía. Un año antes de su muerte reconstruía la iglesia de Santa Filomena, derribado el campanario (1888) por un huracán. 
     En noviembre de 1888, llegaron tres religiosas franciscanas de Siracusa, Estados Unidos, para encargarse del hospital para niñas leprosas, una construcción más del padre Damián. Al frente de ellas, la madre Mariana Cope, beatificada por Benedicto XVI el 14 de mayo de 2005. Al enterarse el padre Damián de su llegada exclamó: «Ahora ya puedo morir tranquilo. Mi tiempo ha pasado, pero mi obra vivirá una vida más próspera que nunca».
     El 15 de abril de 1889, entraba en la eternidad. Tenía 49 años, y 16 habían pasado desde que se presentara a los leprosos de Molokai: «Permaneceré con vosotros hasta la muerte. Mi vida será vuestra vida, mi pan será vuestro pan. Y si el buen Dios lo quiere, quizá vuestra enfermedad será un día la mía». Dejaba aquel «reino fétido de cadáveres vivientes» convertido en granja de recreo y jardín perfumado con su santidad, que Dios quiso patentizar con un milagro inmediato: al punto de morir desaparecieron las señales de la lepra y se secaron las llagas de sus manos.
     El padre Damián es el patrón espiritual de los leprosos, de los enfermos de SIDA, de los marginados y del Estado de Hawai.
     Juan Pablo II le beatificó el 4 de junio de 1995. Benedicto XVI lo canonizó el 11 de octubre de 2009 en Roma.  Su fiesta se celebra el 15 de abril.
    Su restos mortales fueron trasladados en 1936 a Bélgica y reposan en la iglesia de la Congregación en Lovaina. Cuando en 1959 Hawai llegó a ser el estado número 50 de la Unión Americana, los representantes del pueblo hawaiano escogieron a Damián para que su estatua les representara en el Capitolio de Washington.
     Una encuesta nacional en la que han participado miles de belgas eligió, en diciembre de 2005, al padre Damián como el belga más grande de su historia.







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domingo, 17 de abril de 2016

LAS FIESTAS DE JESÚS (C.B.)

LAS  FIESTAS  DE  JESÚS   (C.B.)

     Jesús, igual que nosotros, celebraba las fiestas de su país, Israel, o Palestina, como lo llamaban los romanos. La fiesta más importante de Israel es la Pascua, en ella, los judíos, celebran la salida del pueblo de Israel de Egipto donde eran esclavos, y, guiados por Moisés, cruzaron el Mar Rojo y llegaron a Canaán, la tierra prometida. Desde entonces, celebran la fiesta de la Pascua en la primera luna llena de la primavera. La palabra Pascua significa paso, para los judíos es la celebración del paso de la esclavitud a la libertad. 
     Jesús celebró la fiesta de la Pascua a los 12 años, yendo con sus padres al gran Templo de Jerusalén, pero al regresar sus padres a Nazaret, Él se quedó en el Templo. María y José tardaron tres días en encontrarle y, cuando lo hicieron, vieron que estaba en el Templo, enseñando la Ley de Dios a los sacerdotes y a los maestros de la Ley.



     Y, como nosotros, a Jesús también le gustaba participar en las fiestas de su familia y amigos. Una vez fue a una boda, que se celebraba en el pueblo de Caná, con su madre, María, y algunos de sus discípulos. Se les terminó el vino y María, que se dio cuenta de lo que había pasado, le dijo a Jesús que hiciera algo para ayudar a los novios. Jesús dijo a los camareros que llenasen las vasijas de agua y, cuando lo hicieron, les dijo que se lo dieran a probar al maestresala, que dijo que no había probado un vino mejor en su vida. Convertir el agua en vino en las bodas de Caná, fue el primer milagro que hizo Jesús.





     Para los cristianos la Pascua también es nuestra fiesta más grande, y la celebramos con la primera luna llena de la primavera, por eso ningún año cae en la misma fecha, pero para nosotros la Pascua significa el paso de la muerte a la vida, de la oscuridad a la luz. Nosotros celebramos la Resurrección de Jesús, su triunfo sobre la muerte.


 En todas las fiestas cristianas están presentes algunos símbolos que nos recuerdan la presencia de Jesús en su Comunidad, su familia, que somos los miembros de la Iglesia:
──› El agua simboliza la limpieza y la pureza del bautismo, el agua
       del bautismo nos limpia el pecado original.
──› El fuego es la presencia de Dios, cuando el pueblo de Israel
       escapó de la esclavitud de Egipto, Dios les acompañaba en
       forma de columna de fuego. Por eso la noche del Sábado
       Santo, la celebración de la Vigilia Pascual, comienza con la
       bendición del fuego en el exterior del templo, con el que se
       enciende el Cirio Pascual y, a su entrada en el templo, se
       encienden todas las luces.
──› La luz es el símbolo de la vida y la salvación de Jesús. El Cirio
       Pascual encendido en la celebración de los sacramentos, es el
       símbolo de la presencia de Jesús en medio de nosotros.
──› El aceite símbolo de curación y fortaleza, el aceite sagrado,
       también llamado santos óleos, se utilizan en los sacramentos
       del bautismo, el orden sacerdotal y la unción de los
       enfermos. 
──› La señal de la cruz, es el símbolo de la confesión de nuestra
       fe, por eso también llevamos una cruz al cuello, porque en una
       cruz murió Jesús para salvarnos.
──› La música es el símbolo de la alabanza y la gratitud a Dios y
       de la alegría de tener un Dios que es nuestro Padre, que nos
       quiere mucho y nos regaló a Jesús para salvarnos.
    El tercer Mandamiento de la Ley de Dios nos dice que debemos santificar las fiestas celebrándolas.
     Los cristianos nos reunimos en la iglesia para celebrar las fiestas que nos recuerdan los momentos más importantes de la vida de Jesús, de la Virgen María y de los santos.

EL  AÑO  LITÚRGICO
     El Año Litúrgico es el Año de la Iglesia, que recoge las fiestas cristianas que se celebran a lo largo del año. Y esto se recoge en el Calendario Litúrgico.
     El Calendario Litúrgico se divide en varios Tiempos Litúrgicos: Adviento, Navidad, Tiempo Ordinario 1, Cuaresma, Semana Santa, Pascua y Tiempo Ordinario 2.


















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