martes, 28 de junio de 2016

SAN PEDRO Y SAN PABLO

SAN  PEDRO  Y SAN  PABLO


  



SAN  PEDRO
     Lo único que sabemos de su vida antes de su conversión es que nació en Betsaida, junto al lago de Tiberíades y se trasladó a Cafarnaum, donde junto con su hermano Andrés, y los hermanos Juan y Santiago, los hijos del Zebedeo, “los hijos del trueno”, se dedicaba a la pesca. Nuestro primer encuentro con Pedro es a principios del ministerio de Jesús. Mientras Jesús caminaba por la orilla del lago de Galilea, vio a dos hermanos, Simón Pedro y Andrés, echar la red al agua. Y los llamó diciendo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres." (Mateo 4,19). Inmediatamente abandonaron sus redes y lo siguieron. 




     Un poco después, aprendemos que visitaron la casa en la que estaba la suegra de Pedro, sufriendo de una fiebre la cual fue curada por Jesús. Esta fue la primera curación atestiguada por Pedro, quien presenciará muchos milagros más durante los tres años de ministerio de Jesús, siempre escuchando, observando, preguntando, aprendiendo.
     Pedro reconoce a Jesús como el Señor cuando Jesús realiza el milagro de la pesca milagrosa en su barco, y le dice: “Aléjate de mí, Señor, que soy un pecador”.



     Pedro fue el que, al preguntar Jesús a sus apóstoles: “¿Quién decís que soy yo?”, le respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo”.
     También Pedro es el que le pide a Jesús que le haga caminar sobre el agua, pero al fallarle la fe y ganarle el miedo, comienza a hundirse, pide su ayuda a voces: ¡”Ayúdame, Señor!”. Jesús le saca del agua y le dice: “Hombre de poca fe”.


     Pedro está junto a Jesús durante sus tres años de anuncio de la Buena Noticia del Reino de Dios; en la subida al Tabor presencia la transfiguración de Jesús; 


 en la entrada triunfal en Jerusalén el Domingo de Ramos; en la expulsión de los mercaderes del Templo de Jerusalén; en la Última Cena; en la oración en el Huerto de los Olivos, en la que Pedro se queda dormido y después en el prendimiento de Jesús, durante el cual, Pedro, desenvaina su espada y le corta la oreja a Malco, el criado de los sacerdotes del Templo y ve cómo Jesús le cura y a él le dice: “Pedro, envaina tu espada, quien a hierro mata a hierro muere y tu misión será pescar”. 

     Pedro huye de allí junto con los demás apóstoles y más tarde, acompañado del joven Juan, se acerca hasta la casa del sumo sacerdote Caifás, donde se había reunido el Sanedrín, el Tribunal Judío, para hacer un falso juicio a Jesús, pues de antemano tenían previsto condenarle a muerte. Pedro entra al patio de la casa de Caifás y al ser reconocido como amigo de Jesús por tres de las personas que se encontraban allí, niega tres veces conocerle. Entonces recuerda las palabras que Jesús le había dicho durante la cena: “Pedro, antes de que el gallo cante, tú me habrás negado tres veces”, y entonces huyó y lloró amargamente
     Y vuelve a ser Pedro, junto con Juan, el que se acerca hasta la tumba de Jesús cuando María Magdalena les dice que la tumba está abierta y vacía y Jesús resucitado. Hasta allí llegan los dos, pero es Pedro el que entra en ella y encuentra la sábana doblada y el sudario sobre la piedra en la que ya no se encontraba el cuerpo inerte de Jesús. Y a ellos se dirige el ángel cuando les dice: “Por qué buscáis entre los muertos al que Vive? Jesús no está aquí, ¡ha resucitado!”.



     Y es Pedro el que se lanza desde la barca para llegar a nado hasta Jesús resucitado, que en la orilla les ha preparado el almuerzo. Allí Jesús le pregunta tres veces, una por cada una de sus negaciones: “Pedro, ¿me amas?”. Las tres veces Pedro le responde: “Yo te amo, Jesús, tú lo sabes”. Y la respuesta de Jesús es: “Apacienta mis corderos”. En este momento, Jesús, deja a Pedro al frente de su Iglesia, de su grupo de amigos y seguidores, como continuador de la misión de anunciar el perdón y el amor de Dios por todo el mundo. Pedro es nombrado primer Papa de la Iglesia por el mismo Jesús.



     Días más tarde, en Jerusalén, junto con los otros once discípulos, Pedro ve cómo Jesús asciende al cielo y cómo un par de ángeles les recuerdan que deben comenzar la tarea que Jesús les ha encomendado.



     Diez días después de la Ascensión de Jesús, Pedro y los apóstoles, junto con María, la madre de Jesús, recibe el Espíritu Santo y llenos de su gracia y su valor, salen del Cenáculo, donde habían celebrado la Última Cena de Jesús, y comienzan a predicar el Evangelio y a bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.





     Pedro fue apresado por curar y predicar en el nombre de Jesús. Viajó hasta Roma, donde continuo su misión pese a las amenazas de ser encarcelado e incluso ejecutado si seguía hablando de Jesús de Nazaret.


     San Pedro murió crucificado. El no se consideraba digno de morir en la forma de su Señor y por eso lo crucificaron con la cabeza hacia abajo. El lugar exacto de su crucifixión fue guardado por la tradición. Muy cerca del circo de Nerón, los cristianos enterraron a San Pedro. Y se han encontrado sus restos bajo el altar de  la Basílica de San Pedro.



     Los únicos escritos que poseemos de San Pedro son sus dos Epístolas en el Nuevo Testamento.
     San Pedro se representa con las llaves del cielo y la barca o las redes del pescador.


PEDRO  Y  LA   DUDA





PEDRO,  PESCADOR  DE  HOMBRES













SAN   PABLO
Saulo, ese era su nombre hebreo, nació en Cilicia, provincia de Roma, en el siglo I, probablemente vivió cuando Jesús, aunque no llegaron a conocerse en vida.
      Su familia eran artesanos ricos, judíos fariseos de cultura helenística que poseían el estatuto jurídico de ciudadanos romanos.
      Desarrolló su educación en la sinagoga de Cilicia y luego fue enviado a Jerusalén para continuar con sus estudios en la escuela de los mejores doctores de la Ley, en la del famoso rabino Gamaliel. Adquirió así una sólida formación teológica, filosófica, jurídica, mercantil y lingüística (hablaba griego, latín, hebreo y arameo).
     No debía residir en Jerusalén cuando Jesús fue crucificado, pero estuvo presente en la ejecución de san Esteban, mártir de la fe, que fue lapidado por predicar en nombre de Jesús de Nazaret. Saulo se comportó como un terrible perseguidor del cristianismo y de los cristianos y ayudó a los asesinos de Esteban cuidándoles sus ropas y pertenencias mientras le apedreaban.
     Anás y Caifás, sumos sacerdotes del Templo de Jerusalén, le encargaron la tarea de buscar y hacer detener a los partidarios de Jesús en Damasco. Pero por el camino, Jesús le salió al encuentro: deslumbrado por una gran luz, arrojado a tierra y cegado, escuchó la voz de Jesús que le llamaba por su nombre: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Cuando Saulo se levantó ya era otra persona, de perseguidor había pasado a seguidor de Cristo, y con la tarea de ser apóstol de los gentiles, los no judíos.


     En Damasco recuperó la vista y fue bautizado. Empezó a predicar en nombre de Jesús y los que antes le acompañaban, ahora le perseguían para detenerle y encarcelarle, teniendo que huir descolgándose en un gran cesto desde lo alto de las murallas.



     Pablo hizo cuatro viajes, acompañado por Bernabé. Tuvieron un gran éxito, pero también fueron grandes las dificultades, en Listra escapó de la muerte porque sus lapidadores le dieron por muerto.
     Participó en Jerusalén en el “Concilio de los Apóstoles”, en el que trataron el tema de si debían bautizar a los paganos sin hacerles circuncidarse antes. San Pablo defendió que la Salvación de Jesús marcaba el definitivo ocaso de la Ley de Moisés y rechazó la obligatoriedad de cumplir los mandatos judíos.


     En el segundo de sus viajes, es cuando Pablo comienza a escribir cartas enviándoles la primera y la segunda carta a los Tesalonicenses.


     En el tercer viaje, desde Éfeso, escribió la primera carta a los Corintios, la epístola a los Gálatas y la de los Filipenses y desde Corinto envió la epístola a los Romanos.




     Cuando volvió a Jerusalén fue apresado y enviado a Cesarea, donde pasó dos años bajo custodia militar. Tras esto fue embarcado, fuertemente custodiado, con destino a Roma, donde los tribunales de Nerón, decidirían sobre él.
     De los años 61 a 63 vivió San Pablo en Roma, parte en prisión y parte en una especie de libertad condicional y vigilada, en una casa particular. En el transcurso de este primer cautiverio romano escribió por lo menos tres de sus cartas: la Epístola a los efesios, la Epístola a los colosenses y la Epístola a Filemón.





     Puesto en libertad, ya que los tribunales imperiales no habían considerado consistente ninguna de las acusaciones hechas contra él, reanudó su ministerio. San Pablo anduvo por Creta, Iliria y Acaya; con mucha probabilidad estuvo también en España. De este período datarían la primera Epístola a Timoteo y la Epístola a Tito; también por entonces habría compuesto la Epístola a los Hebreos.
     En el año 66, cuando se encontraba probablemente en la Tréade, San Pablo fue nuevamente detenido por denuncia de un falso hermano. Desde Roma escribió la más conmovedora de sus cartas, la segunda Epístola a Timoteo, en la que expresa su único deseo: sufrir por Cristo y dar junto a Él su vida por la Iglesia. Encerrado en horrenda cárcel, vivió los últimos meses de su existencia iluminado solamente por esta esperanza.
     Se sintió abandonado por todos. Fue condenado a muerte; según la tradición, como era ciudadano romano, fue decapitado con la espada. Ello ocurrió probablemente en el año 67 d. C., no lejos de la carretera que conduce de Roma a Ostia. Según una tradición atendible, la abadía de las Tres Fontanas ocupa exactamente el lugar de la decapitación.
     




 
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



















ACTIVIDADES