PENTECOSTÉS
A los 40 días de resucitar el Domingo de Pascua,
Jesús ascendió al cielo en el Día de la Ascensión. Sus discípulos se pusieron
muy tristes, pues Jesús volvía a despedirse de ellos para volver a irse y a
dejarles solos.
Al
verles así, Jesús les dijo que no se preocupasen, que no les iba a dejar nunca
solos, pues Él y Dios Padre les
enviarían su Espíritu para que jamás sintieran que estaban abandonados o solos
sobre la Tierra.
También
les pidió que se quedaran en Jerusalén todos reunidos hasta que recibieran el
Espíritu Santo.
10 días
estuvieron junto a la Virgen Madre, encerrados en la casa donde habían
celebrado la Última Cena y visto a Jesús Resucitado por primera vez el Domingo
de Pascua, rezando y conversando de Jesús. Eran hombres cobardes, con miedo,
que no se atrevían a hablarle a la gente de su Maestro. Todavía sentían que les
podía pasar lo mismo que a Jesús: que los mataran por ser amigos de Jesús, el
Crucificado.
De repente
se escuchó un ruido como de un trueno, entró un viento huracanado en la casa y
se posaron unas lenguas de fuego sobre las cabezas de todos y cada uno de los
que se encontraban allí.
Cuando
recibieron el Espíritu Santo estos hombres se transformaron: se llenaron de
valor y sabiduría, se les aclararon todas las cosas que no habían entendido
mientras habían estado con Jesús. Salieron a las calles y a toda voz empezaron
a hablar de Jesús y a explicar su mensaje.
Con la
Fiesta de la Solemnidad de Pentecostés, termina el Tiempo de Pascua. Se apaga
el Cirio Pascual que se encendió en la noche del Sábado Santo al iniciarse la
Vigilia Pascual y que nos ha acompañado encendido durante las celebraciones del
Tiempo de Pascua. A partir de ahora nos acompañará encendido en las
celebraciones de los sacramentos del Bautismo y la Confirmación y en los
funerales, como signo de la presencia de Jesús en medio de su Pueblo, su
Comunidad: la Iglesia.
Con la
fiesta de Pentecostés, se inicia la vida y el camino de la Iglesia.
El Espíritu Santo reparte sus dones entre las
personas, pero no lo hace para que nos aprovechemos de ellos o seamos egoístas
y nos los quedemos para nosotros, sino que nos los da para que los pongamos al
servicio de la Comunidad, de la Iglesia, el Pueblo de Dios, para que los
compartamos con los hermanos, sobre todo con los más necesitados, como hizo Jesús.
Y el Espíritu Santo produce en nosotros frutos, si
le dejamos actuar en nuestra vida:
ACTIVIDADES
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